sábado, 19 de noviembre de 2016

Las Ocho Maravillas de Anthara: El Bosque Mágico

Pasado el ecuador de este especial dedicado a los espacios más extraños e inescrutables de Anthara, vamos a centrarnos en esta ocasión en el Bosque Mágico. Os recordamos que ya hemos viajado por MegaraEl Templo del SaberLa Espada de LundstromLa Ciudad al Revés y La Cúpula Infinita.

Esta localización se encuentra en el Reino de Sul-Loen (antes Reino de Lerint-Athor), el terreno más amplio en el que los elfos gobiernan de todo el mundo. Sus fronteras son amplias y se encuentran repletas de bosques y riachuelos que fluyen entre las pequeñas localizaciones en las que los miembros de esta raza viven una vida plácida y longeva. Este reino fue el segundo en formarse en la Historia de Anthara, lo cual da condición del poder que ostenta y del legado que aun sostiene en las grandes decisiones y momentos que el mundo va viviendo. 


Áinster en la Era de la Sangre. El reino elfo ha pervivido durante 700 años a lo largo de las diferentes Eras.


Dentro de estos terrenos llenos de zonas verdes y espacios naturales en los que las manos poco han hecho se alza en todo su centro un lugar muy singular. un bosque que desafía todas las leyes de lo real para sumergirse en lo onírico y en el mundo de lo surrealista. La raza élfica ha sido siempre constructora de vida; la tradición la localiza como los seres que crearon las plantas y los bosques a través de su canto y pasión por estos lugares. Es cierto que en la actualidad de ello solo queda la tradición oral y las costumbres arcaicas, pero su transmisión recuerda a un mundo antiguo yermo y extinto en el que solo un lugar escapaba a esta dinámica: el Bosque Mágico

Su origen nos es desconocido. En los escritos más antiguos hablando de dicha zona aparece siempre allí, incluso en las leyendas y relatos que se han extendido entre los elfos. Su mera existencia parece estar ligada a la del origen del mundo, y es por eso que cuesta tanto discernir una naturaleza concreta. Una extraña mácula rodea toda la foresta; esta se extiende en forma de circunferencia perfecta alcanzando un diámetro de cuarenta millas aproximadamente. En su interior apenas puede distinguirse nada, pues una extraña neblina oculta parcialmente su interior. Aquellos que intentan entrar (y han sido muchos) son expulsados por la propia voluntad del bosque si considera que nadie debería adentrarse en su interior. Para ello, la neblina genera un estado de confusión y locura que aumenta gradualmente conforme más te internas, llegando a arrebatar la mente de un mortal que accede a su interior sin aviso. 

Al ser este un lugar sagrado con una protección tan férrea, los propios elfos, recelosos siempre de sus secretos y espacios importantes, dejan sin vigilancia el propio bosque, a expensas de los incautos que deseen adentrarse. Si aquellos que quieren hacerlo son aceptados por el mismo, entonces los elfos nada pueden decir ante ello, pues respetan por encima de todo la voluntad natural. Han sido muchos los que han entrado en su interior y han narrado sus experiencias.

En primer lugar, el bosque parece tener vida propia en su sentido más civilizado. Los árboles susurran en un idioma extraño, se mueven por voluntad propia, lloran e incluso sangran. El lugar está sumido en un delirio de colores extraños, algunos inclusos desconocidos para el ojo, que embellecen o afean todo en cuestión de segundos. Los propios riachuelos se mueven por voluntad propia determinando uno u otro curso de sus aguas, mientras las flores germinan y cantan al unísono motivadas por alguna razón desconocida. 


Lienzo depositado en Megara: "La voluntad del Bosque". Eryneas- Athor. Año 280.

Lo de Bosque Mágico no es baladí. Las magias divinas y arcanas parecen liberarse en su interior de una forma caótica, resaltando en magos y hechiceros el poder o haciéndolo desaparecer casi por completo. Lo mismo sucede con la magia divina de la que están imbuidos druidas o sanadores. No pasan inadvertidos los animales, cuyas especies solo existen en este lugar y parecen ser versiones más o menos cercanas a aquellos seres que habitan fuera: ardillas de colores iridiscentes, ciervos con seis patas en vez de cuatro...no hay una explicación para definir lo que ver, pues cada visitante en cada momento observa algo completamente propio e individualizado.

Además de todo esto, existía una serie de seres encargados de custodiar el interior del mismo. Si eran protectores, reyes o simplemente habitantes del lugar es algo que se desconoce. En la tradición elfa se les conoce como Shumi (Del Oro en común). Esto seres apenas salieron alguna vez del Bosque Mágico y son pocos los conocidos que surcasen las tierras de Áinster. Eran criaturas humanoides de un tamaño superior al de los diez pies, de una musculatura tersa y brillante como el oro, con bastante pelaje. Sus rostros se unían al resto del cuerpo sin que existiese cuello y sus rostros eran leoninos, con una enorme mata de pelo que rodeaba su cabeza. Sus ojos eran negros con una iris dorada y su expresión imperturbale y serena. Todos portaban un arma propia de su raza de enorme altura llamado Shupof (Del Cieno en común), cuya forma era similar a la de una espada que se iba anchando conforme llegaba a la punta, y cuya empuñadura estaba tallada en madera. Eran seres de una musculatura anormalmente grande de cintura para arriba, y no vestían más que unos sencillos pantalones. No tenían sexo diferenciado ni profesión destacada. Los que se conocieron apenas hablaban el idioma común y no contaban absolutamente nada del interior de su bosque. Aún así, eran seres buenos por naturaleza y con un marcado carácter solidario. No se sabe qué sucedió con su raza, pero hace ya siglos que no se ve ninguno por tierras más allá del Bosque Mágico, e incluso los elfos dan por hecho su extinción. ¿Terminaron su misión en este mundo? ¿Alguien acabó con todos ellos? ¿Decidieron, simplemente, que no debían continuar habitando este lugar? Es todo un misterio sin resolver. 

Los shumis son un claro ejemplo de lo que significa el Bosque Mágico: extraño, alejado, diferente, pero a la vez idéntico al resto de Áinster en particular y de Anthara en general. Todos están invitados a entrar en las profundidades de este lugar, pero pocos se atreven a hacerlo, y muchos menos lo consiguen. Se cuenta que en su corazón se alza una extraña construcción similar a una pirámide de piedra antigua y desgastada, hogar de esta raza, en cuyo interior existe un extraño y poderoso poder que sigue yaciendo dormido, esperando a que llegue el momento y la persona adecuada para liberarlo.

¿Quién será y cuándo llegará el momento?

martes, 28 de junio de 2016

Las Ocho Maravillas de Anthara: La Cúpula de Aulestia.

Casi un año después vuelvo a vosotros en los albores de la tempestad, como diría Gandalf. O más bien lo contrario. Realmente, he estado sumergido en otros proyectos, pero eso no quita que no tenga este blog en mi pensamiento. Ahora que actualmente estoy dirigiendo una campaña en Anthara en el último periodo aquí comentado y que en breve empezaré otra, el mundo que he creado con la ayuda de mis jugadores pide seguir expandiéndose y explicando más de su esencia.

Como no soy de dejar las cosas a medias, seguiremos con este interesante reportaje sobre ocho lugares mágicos de este mundo. Como siempre digo, no están todos los que son, pero oficialmente los registros han catalogado estas ocho maravillas como inexplicables muchas veces incluso por los teólogos más afamados de las principales divinidades. A las ya consabidas Megara, El Templo del Saber, La Espada de Lundstrom y la Ciudad al Revés se nos une la infranqueable cúpula de Aulestia.

Para hablar de esta cúpula es preciso hablar un poco del terreno sobre el que asienta. La isla de Aulestia es una formación de tierra situada en los Reinos del Norte, en la franja más septentrional. Esta enorme isla con cierta forma de rombo alberga en su interior culturas y secretos que van más allá de las Eras contadas hasta hoy por los historiadores. En el albor de los tiempos fue espacio de un gran verdor y humedad que dio al paso de grandes selvas y profundos ríos, pero estos desaparecerían hace unos seis siglos con la llegada del llamado Dios de los Mil Rostros, una esencia divina que aliado con el temible Rey de los Demonios Lestram sumiría todo el lugar en un desierto insondable, en el que una teocracia sin parangón asumiría el poder y sumió a la población autóctona a la esclavitud y a la ausencia de un desarrollo social, cultural y político que vivirían otras tierras aledañas.

Hemos de partir de la idea de que los Reinos del Norte están formados por muchas islas y todas guardan una enorme distancia entre ellas no solo en lo físico, sino también en lo cultural: mientras que en las Tierras de Oropel se sumieron en una cultura propia de la zona y de sus habitantes en las que los samuráis y los daimyo gobernaban y progresaban en su propio devenir, Aulestia construía grandes zigurats, ofrecía sacrificios de sangre a la deidad, generaba un culto monoteísta con una burocracia institucionalizada en el sacerdocio y convertía en su principal atracción todos los coliseos que se dispersaban por las solamente cuatro ciudades que poblaban un terreno inmenso. Los desiertos se comieron toda forma de progreso y el calor insufrible transformó las formas de vida de la isla. Esto también ahuyentó a los aventureros e intelectuales, que dejaron en un mayor aislamiento si cabía a la misma. Solo tres razas convivían de forma bélica: los humanos, grandes señores de las ciudades y único cuerpo clerical del Dios de los Mil Rostros, los elfos de la arena, en tribus salvajes y de resistencia, entre cuya sangre convivía uno de los Príncipes Demonio, de manera que podían manejar las arenas a su antojo y se convirtieron por sí mismo en los mejores Maestros de la Arena existentes, y los Chi-Kreen, hombres-mantis de varios brazos usados sobre todo como esclavos y luchadores.

Los Chi-Kreen, criaturas que no se ven más allá de Aulestia.


En esta situación tan temible, los aventureros no llegaban a la zona y eso tenía un punto positivo: las riquezas, mazmorras, templos abandonados y lo desconocido de Aulestia nunca fue revelado. Entre esas cosas se encontraba una misteriosa cúpula justamente en todo el centro de la isla. En un punto tan extrañamente aritmético, las mediciones llevadas a cabo por los geógrafos Annister Perensia y Doloran Sakúr invitan a la sorpresa: doce millas  radio tiene la misma, lo que hace veinticuatro millas de diámetro. Es una distancia bastante considerable, pero no el único enigma: todos los días, a las doce del día y del anuncio de la noche, cada doce horas, la cúpula emite un fulgor y una pequeña parte del interior de la misma se revela.

Y es que una tenue niebla de color gris rodea todo su interior. Es imposible ver nada dentro. Está fría al tacto, y cualquier intento de realizar magia arcana o divina sobre su superficie conllevó un estrepitoso fracaso. Nadie sabe por qué está ahí. Aunque el Dios de los Mil Rostros durante su reinado de siglos dijo una y otra vez a través de sus seguidores que era donde él mismo moraba, lo cierto es que no era así. Con su destrucción por parte de la invocadora de Withliedir, deidad de las aguas, de nombre Devi, y la llegada de nuevo de la prosperidad a la isla de Aulestia, la cúpula siguió en su lugar. Fue ese el momento en que se iniciaron las investigaciones técnicas y mágicas sin que llevase a resultado alguno.


Un vistazo a la zona norte de Aulestia, más montañosa.

Ahora mismo la situación sigue siendo una incógnita. No se sabe qué hay dentro, no se sabe por qué está fría, no reacciona absolutamente a nada. Han sido muchísimas las teorías que se han lanzado sobre lo que se encuentra en su interior: una puerta a otro mundo, un arma de tal calibre que podría destruir todo el mundo, una civilización antigua encerrada en su interior o el acceso a una magia ignota y desconocida por ahora. Quizás alguna lleve razón, quizás no. Lo único que se sabe es que cada doce horas toda la cúpula brilla durante exactamente doce segundos y en una zona situada en el noroeste una parte de esa niebla se revela. Solo allí. El pintor Geoffran recogió para los estudiosos este magnífico cuadro que dibujó durante varios días en el desierto. Se puede ver a continuación:


El rostro de una figura humanoide femenina de un tamaño descomunal se adivina en su interior roto, yaciente en una arena del mismo tono que fuera. ¿Quién lo construyó? Nada de documentación se guarda de aquello. ¿Es una humana? ¿Cómo se pudo levantar algo tan grandioso antes de la llegada del Dios de los Mil Rostros?

Quizás algún día logremos averiguar qué esconde en su interior la misteriosa tierra de Aulestia y aquello que la cúpula guarda...